Entre sembrar e importar
20 de Abril de 2008
Foto: AFP
Hay productos en los que Colombia no es autosuficiente: maíz, trigo, soya, fríjol, cacao y cebada, acuicultura y frutas como manzana, uva, guayaba y pera, son el mejor ejemplo.Si bien el Gobierno y los gremios sostienen que el país no sufrirá por falta de alimentos, lo cierto es que al agro colombiano le tocará redefinirse para afrontar la situación y poder convertir la crisis en una oportunidad. Deberá replantear sus metas para los próximos años
o, de lo contrario, el país se verá obligado a importar productos, y con precios muy altos.
Después de casi dos décadas de ser sometido a la apertura y a la competencia internacional, el sector agropecuario se puso de moda. En realidad, el problema es de hambre.
Los grandes centros de consumo quieren alimentos para frenar la inflación; la industria pide biocombustibles para mitigar los costos del petróleo; el mundo exige bosques y buenas prácticas de cultivos para atajar el calentamiento global y los organismos de salud reclaman productos libres de químicos. En conclusión, todas las miradas están puestas en el campo.
Es más, a las autoridades económicas (Gobierno y Banco de la República) se les apareció el agro como su gran escudo para explicar el por qué es tan difícil controlar la inflación, fenómeno que esta vez viene de afuera. Y están en lo cierto: cuando escasea la comida, en el corto plazo solo hay una opción, pagarla cara, nacional o importada. El problema no se puede solucionar de un día para otro, pues es necesario esperar a que los agricultores, atraídos por los buenos precios, aumenten el área y las cosechas hasta regresar al equilibrio entre la oferta y la demanda.
Por eso el presidente Álvaro Uribe habló el pasado martes de la necesidad de diseñar una estrategia nacional para producir más alimentos, tarea que le encomendó al ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias. Afortunadamente, en algunos cultivos este proceso se toma poco tiempo, es decir, entre seis meses y un año.
La característica principal de esta crisis radica en que los efectos se están sintiendo en todo el mundo, sin excepción, hasta el punto que en muchos países se han presentado actos de violencia, como pasó en Haití, Etiopía, Camerún, Costa de Marfil, Madagascar, Filipinas e Indonesia.
Sin embargo, algunas naciones tendrán menos problemas que otras. Es más, para varios, entre ellos Colombia, es una oportunidad que debe ser aprovechada.
Pero para ello es necesario volver a barajar. Por un lado, el Gobierno debe crear las condiciones para que los productores aumenten las siembras, mientras que los inversionistas del campo están obligados a modernizar la producción y garantizar el abastecimiento, e incluso incrementar las exportaciones y aprovechar los precios.
Una oportunidad
Por ahora, todos coinciden en que el sector agropecuario colombiano tiene en esta crisis la mejor oportunidad. El presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), Rafael Mejía López, dice que los productores irán al ritmo que les pongan la demanda y la rentabilidad de sus actividades, al tiempo que pide revisar las cadenas de comercialización de los productos agrícolas, ya que, según él, en muchos casos los intermediarios se quedan con jugosos dividendos que no llegan a los productores.
Entre tanto, el ministro de Agricultura, Andrés Felipe Arias, insiste en que Colombia no sentirá en mayor proporción la escasez de alimentos y recomienda a los consumidores sustituir productos caros por otros que tengan mejores precios.
El presidente de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán), José Félix Lafaurie, reconoce que la ganadería colombiana es autosuficiente y sostiene que es indispensable mejorar la productividad, con lo cual se garantizará la sostenibilidad del autoabastecimiento de carne y leche y se podrán ceder áreas para la agricultura.
Gremios y Gobierno coinciden en que el sector agropecuario "no dejará aguantar hambre a los colombianos" y que para ello se diseñó una agenda, que identifica 40 productos prioritarios.
Sin embargo, la nueva coyuntura implica que el campo tenga que revisar al alza sus metas y proyectos. Aumentar entre 1 y 2 por ciento el área sembrada de cultivos semestrales, como lo señalan las proyecciones de este año, no soluciona en nada la actual coyuntura de crisis y precios, pues estos aumentan a un ritmo mayor.
Luis Arango, ex viceministro de Agricultura y ex director de Corpoica, sostiene que el campo no puede desaprovechar esta oportunidad. "La estrategia de los biocombustibles debe continuar, pues no existe riesgo de que esta actividad compita con la producción de alimentos para la dieta diaria".
Por su parte, Juan Carlos Botero, presidente de la Bolsa Nacional Agropecuaria, afirma que entre las medidas de reconversión del campo se debe incluir la utilización de todos los instrumentos de financiación que ofrece la BNA y las oportunidades de comercialización de que dispone.
En otras palabras, el agro colombiano no se puede quedar celebrando la llegada del cuarto de hora, sin iniciar un proceso que dinamice la producción, para que al menos alcance un ritmo de crecimiento similar al de la economía en general y no del 3 promedio de los últimos años.
A pesar de su vocación rural, el país no es ajeno a la actual coyuntura, pues no solamente ha comenzado a sentir los rigores de la inflación de alimentos (6,7 por ciento en el primer trimestre de este año), sino que ya ha habido propuestas del propio Gobierno de abrir aún más importaciones, situación que ha generado discrepancias entre los ministerios de Hacienda y Agricultura. A ello se suma una corriente de analistas que insiste en la necesidad de eliminar los actuales niveles de protección interna a las actividades agrícolas, como primera medida para frenar las alzas. Esta protección está representada en aranceles, contingentes, cuotas de absorción de cosechas nacionales, exenciones de impuestos para algunas actividades y subsidios directos.
Pero el interrogante concreto es: ¿el sector agropecuario colombiano está en capacidad de producir alimentos suficientes para que el país esté bien abastecido y mantenga controlada la inflación de este rubro?
Los productores dicen que sí, el Gobierno es optimista, los industriales no creen que en el corto plazo sea posible para todos los cultivos y los analistas están divididos.
Sin embargo, las cifras no admiten controversia.
En la actualidad, hay productos en los que el país tiene el abastecimiento interno garantizado: aceite de palma, café, papa, azúcar, banano, carne de res, pollo, huevos, leche, panela, ñame, yuca, arracacha, arveja verde, hortalizas y verduras frescas. En el caso de las frutas, el abastecimiento es normal en temporada de cosechas.
Entre tanto, el arroz, uno de los productos que forma parte de la dieta diaria de los colombianos, mantiene un nivel de producción muy cercano a la demanda, lo que indica que cualquier reducción en la producción o del área, como sucede actualmente con unas 50.000 hectáreas, genera déficit, que debe ser suplido con importaciones o mediante un incremento de precios al consumidor. El país produce el arroz que se requiere, pero no sobra.
El plátano juega a dos bandas. Colombia es exportador e importador de este alimento, proveniente de Ecuador, cuyo país se ha convertido en abastecedor natural de los alimentos frescos que Colombia necesita en las épocas en que no hay cosecha y los precios se suben.
Pero hay productos en los que el país no es autosuficiente: maíz, trigo, soya, fríjol, cacao y cebada, acuicultura y frutas como manzana, uva, guayaba y pera, son el mejor ejemplo.
Este tipo de alimentos hay que comprarlos en el exterior. Lo grave es que las posibilidades de autoabastecimiento están muy lejanas, pues el país produce 600.000 toneladas anuales de maíz y consume 3,2 millones de toneladas. Eso significa que el anuncio del presidente Uribe de sembrar 220.000 hectáreas más este año, ayuda pero no es suficiente. Por su parte, la producción de trigo es apenas el 10 por ciento de la demanda nacional. El problema no sería grave si estas materias primas no estuvieran entre las que más han subido de precio en el mercado internacional en el último año, aunque las cifras indican que en el mundo, en materia de alimentos no hay nada que sea barato. El maíz se encareció 27 por ciento en 12 meses y el trigo ha subido 130 por ciento en el mismo período.
También ha habido alzas en la soya (87 por ciento) en un año y en el arroz ,118 por ciento en lo que va corrido del 2008. Esto significa que aún si el Gobierno elimina los aranceles a las importaciones, habría casos en los que los efectos de una medida de esta naturaleza apenas alcanzarían para frenar las alzas, pero no para reducir los precios.
Quién tuvo la culpa
Pero ¿por qué suben los precios de las materias primas agropecuarias?
Las razones son varias. Aumento de la demanda en países como China e India; cambio de destino de algunos productos que pasaron del plato a las plantas de producción de biocombustibles; desplazamiento de áreas que antes se dedicaban a producir comida y ahora se usan para materias primas de bioenergía; aumento desmesurado de los costos de producción (fertilizantes, insumos y transporte) impulsados por el encarecimiento del petróleo, y una porción de especulación desatada por lo operadores de las bolsas de productos del mundo.
En Colombia, los fertilizantes subieron 45 por ciento el año pasado, en tanto que la Encuesta Agropecuaria realizada por Cega señala que la mayoría de los agricultores considera los costos de los agroquímicos como el principal problema de sus negocios.
Con todo este panorama, el sector agropecuario volvió a ser protagonista mundial, hasta el punto que se convirtió en tema obligado de cumbres presidenciales, organizaciones multilaterales, instituciones de apoyo a la comunidad, columnas de opinión, foros, debates, seminarios, asambleas.
Es más, algunos se han atrevido a decir que el sector agropecuario será el responsable de que los Objetivos del Milenio no se cumplan, al menos en el tema de combatir el hambre y la pobreza, pues todo indica que al 2015, a cambio de alcanzar una mejoría en estos indicadores, la escasez de alimentos contribuirá a incrementar el número de seres humanos que padece hambre en el mundo y que hoy se calcula en 860 millones de personas, según la FAO.
EDMER TOVAR MARTÍNEZ
Editor PORTAFOLIO
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